¿Buscas una escapada urbana que combine cultura, historia y planes divertidos con adolescentes? ¡Viena es una elección perfecta! Nosotros realizamos un viaje de 4 días desde Bilbao, y te contamos cómo fue nuestra experiencia en la capital austriaca con hijos adolescentes. Aquí va nuestra ruta, con ideas prácticas y consejos reales.
Día 1: Llegada Imperial y Primeros Pasos por el Centro Histórico
Vuelo Bilbao-Viena. ¡A bordo! Aseguraos de que vuestros adolescentes lleven algo para entretenerse a mano, durante el vuelo (auriculares, libros, juegos en el móvil…).
Aterrizaje en Viena (VIE) Nosotors llegamos por la tarde. Una vez allí, la forma más rápida y cómoda de llegar al centro es el City Airport Train (CAT) o un taxi/Uber si preferís más comodidad. Nuestro hotel, el Hollmann Beletage Design & Boutique Hotel, está súper céntrico, ¡así que perfecto! Check-in en el hotel y un respiro. Dejad las maletas y relajaos un poco. El Hollmann Beletage es una monada, así que disfrutad del ambiente.

Paseo por el Graben y la Catedral de San Esteban.
Salid a explorar el corazón de Viena.
Pasead por la elegante calle Graben, admirando las fachadas y el ambiente. Llegad hasta la imponente Catedral de San Esteban . Podéis subir a una de sus torres (¡a los adolescentes les encanta la vista y el ejercicio!) para tener una primera panorámica de la ciudad al atardecer.
La catedral tiene una torre sur que mide 136 metros pero la torre norte quedó inacabada. ¿Por qué? Porque se quedaron sin fondos y, según la leyenda, el maestro constructor murió antes de terminarla, y nadie quiso continuar sin él.
Subir los 343 escalones hasta la torre sur de la Catedral de San Esteban cuesta un poco, pero la recompensa merece cada escalon. Desde arriba, tendrás una panorámica espectacular de toda la ciudad: los tejados de tejas rojizas, el contraste de los edificios históricos y modernos, y el Danubio brillando a lo lejos.
Además, desde esa altura puedes ver de cerca el techo de cerámica multicolor de la catedral, decorado con el águila bicéfala imperial. Es uno de los símbolos más reconocibles de Viena… ¡y verlo desde arriba es como estar dentro de un videojuego o una película medieval!
El espacio es estrecho y la escalera en espiral puede impresionar, pero eso lo hace más emocionante. Y una vez llegas arriba, el viento en la cara y las vistas a 360 grados te hacen sentir en la cima del mundo.

Si prefieres evitar colas y pagar cómodamente, lo mejor es comprar un All‑Inclusive Ticket online vía plataformas como GetYourGuide.
Si sólo subes a la torre sur o haces una visita rápida como fue la nuestra, puedes comprar directamente la entrada en la catedral, pero recuerda llevar efectivo, ya que no se aceptan otras formas de pago .
Si quieres combinar varias atracciones (catedral, museo, catacumbas), el ticket online suele salir más barato y es más cómodo .
Cena con sabor vienés.
Buscad una «beisl» (taberna vienesa) tradicional para probar un auténtico Schnitzel o Goulash. Si son de paladar más «internacional», hay muchas opciones.
Reinthalers Beisl
- Una taberna tradicional austríaca a solo unos minutos a pie del Stephansplatz. Muy recomendable por su Wiener Schnitzel de tamaño XXL
- Ambiente local, ideal para adolescentes: informal, auténtico y famoso por su comida contundente.
Buffet Trześniewski
- Cadena local (7 locales), con uno junto a la catedral. Sirven sus icónicos “mini-sándwiches” abiertos y cervezas pequeñas . Un poco como Rodilla pero en Austria
- Rápido, económico y perfecto para un plan más relajado, a gusto de todos. y es una opcion mas ligera.
Día 2: Entre Palacios Reales y Diversión Alternativa
No os podeis perder el Palacio de Schönbrunn.
Es una de esas visitas que te transportan a otra época y que, sorprendentemente, también enganchan a los adolescentes. Nosotros fuimos esa mañana y fue como entrar en una película de época. Las fachadas amarillas, los jardines tan cuidados, y esa sensación de estar caminando por donde lo hizo Sisi, la emperatriz, ¡impresionante!
Habíamos comprado las entradas con antelación (te lo recomiendo, se ahorra tiempo y alguna que otra discusión familiar), y elegimos el «Imperial Tour». Es una visita no muy larga, perfecta para no saturar a los más jóvenes, pero suficiente para empaparte del ambiente cortesano. Los salones son una preciosidad, especialmente la Gran Galería, que te deja con la boca abierta.
Pero te digo una cosa: lo que realmente les encantó a mis hijas no fueron los tapices ni los techos dorados. Fue el laberinto. Allí se lo pasaron como crías pequeñas, corriendo, escondiéndose, intentando perderse para luego encontrarse entre risas.

Después, subimos a la Glorieta, esa estructura que corona el parque desde lo alto. Las vistas desde allí son una maravilla: todo el palacio a tus pies, los jardines simétricos, y la ciudad de Viena al fondo. Hacía un día espléndido, con sol pero sin agobios de calor, y nos quedamos un buen rato sentados simplemente disfrutando y sacando fotos. Yo, por dentro, pensaba: “Qué suerte estar aquí, todos juntos, y que les esté gustando”.
Como ya se nos había abierto el apetito, comimos en uno de los cafés cercanos al palacio. Hay varias opciones, algunas más informales tipo bistró, otras un poco más turísticas, pero bien para una comida rápida y sin complicaciones. Optamos por algo sencillo pero acompañado de un trozo de tarta. Tenian buenisima pinta.
Tarde de museo (como «Noche en el museo»)
Por la tarde teníamos dudas sobre qué hacer. Había dos opciones que nos apetecían: el Museo de Historia Natural y el MuseumsQuartier (MQ). Como no nos poníamos de acuerdo del todo, lo echamos a suertes… y salió el museo de Historia Natural. ¡Y menos mal! Fue un acierto total.
Nada más entrar, la sala principal es de esas que te deja con cara de “wow”: techos altísimos, mármol por todas partes, y una exposición de esqueletos de dinosaurios impresionante. A mis hijas les flipó la sección de meteoritos (hay uno que puedes tocar y que tiene miles de años), y nos enganchamos todos con las vitrinas llenas de fósiles y animales disecados. Es un museo clásico, pero está tan bien presentado que no aburre nada. Es de esos sitios en los que ves que los adolescentes no solo están interesados, sino que también hacen preguntas y quieren quedarse un poco más. ¡Eso es un logro!
Para quienes tengan hijos más urbanitas o creativos, el MQ es una alternativa genial. Aunque ese día no fuimos, pasamos cerca y vimos el ambiente: gente joven tirada en las tumbonas, cafés modernos, tiendas de diseño… es como un pequeño oasis artístico dentro de la ciudad. Me lo apunto para la próxima.

Un paseo inesperado… y la famosa noria del Prater
Antes de volver al hotel a prepararnos para la cena, decidimos dar un paseo sin rumbo fijo, simplemente dejándonos llevar. Fue entonces cuando, casi sin planearlo, acabamos en el Prater, el histórico parque de atracciones de Viena. Y sí, ahí estaba ella: la mítica Noria Gigante (Riesenrad), iluminada contra el cielo del atardecer.
La verdad es que fue un momento muy especial. No subimos en ese instante porque el plan era más bien relajado, pero verla allí, con su aire nostálgico y su estructura centenaria, fue como encontrar un trocito del pasado en medio de la ciudad moderna. Paseamos por el parque, escuchando las risas y la música suave de las atracciones, y fue uno de esos momentos que no esperas pero que se quedan contigo.
Por la noche, decidimos cenar algo diferente. No teníamos ganas de un restaurante tradicional, así que buscamos opciones con terraza y ambiente moderno. Acabamos en un mercado gastronómico Naschmarkt que nos recomendaron en el hotel, donde cada uno pudo elegir lo que más le apetecía: tacos, poke bowl, pizza… todo con música de fondo y un ambiente muy relajado. Y yo con una copa de vino blanco, viendo cómo mis hijas disfrutaban a su manera. Esa sensación de estar compartiendo algo especial sin necesidad de hacer nada extraordinario. Solo estar ahí.
Día 3: Compras con estilo, descubrimientos dulces y un toque musical
Después de dos días intensos de cultura e historia, el tercer día decidimos tomárnoslo con más calma. Las chicas me habían dejado claro que querían una mañana más ligera, y sinceramente… yo también agradecía un ritmo diferente. Así que propuse algo que les encantó: una mañana de tiendas por los barrios con más personalidad de Viena.
Mañana de compras
Nos alejamos un poco de las zonas más turísticas y nos adentramos en el 7.º distrito, concretamente por la zona de Neubau, que tiene un aire alternativo y artístico que nos enganchó desde el primer minuto. Aquí cada tienda tiene su estilo, nada de grandes cadenas: encontramos boutiques de diseñadores locales, tiendas vintage con mucho rollo, y concept stores donde puedes comprar desde una mochila hasta una libreta preciosa hecha a mano.
Una de nuestras paradas favoritas fue Burggasse24. Es mitad tienda, mitad cafetería, con una selección de ropa vintage muy bien cuidada y un ambiente que parece sacado de una peli indie. Las chicas se probaron varias chaquetas y gafas de sol setenteras mientras yo aprovechaba para sentarme con un café entre estanterías llenas de libros y discos antiguos. Otra parada divertida fue Uppers & Downers, ideal para quienes buscan algo diferente sin gastarse una fortuna.
Después de pasear un buen rato, hicimos una parada dulce en Vollpension, una cafetería muy especial. Lo más bonito es que las tartas las hacen y sirven abuelas reales. Sí, sí, señoras mayores que te reciben con una sonrisa y te ponen un trozo de apfelstrudel como si fueras su nieta. El lugar tiene una decoración súper acogedora, como una casa de los años 70, y ese ambiente cálido que te hace sentir en casa. Las chicas estaban encantadas, y además es de esos sitios que dan fotos preciosas.
Para cerrar la mañana, caminamos por la Mariahilfer Straße, la gran calle comercial de Viena. Aunque aquí ya hay marcas más conocidas, es un buen lugar para completar la ruta de compras, mirar escaparates o simplemente pasear con algo de ambiente urbano. Ellas aún tenían energía para curiosear en & Other Stories y Urban Outfitters, así que yo me limité a seguir el ritmo y disfrutar del momento.
Viena es la ciudad de los cafés. Haced pausas para probar sus famosos pasteles (Strudel de manzana, Sachertorte). ¡Siempre es una buena excusa para un descanso!
Tras una mañana de tiendas, cafés bonitos y descubrimientos en el barrio de Neubau, nos dimos cuenta de que ya era hora de recargar energías. Aprovechamos para comer algo fácil pero rico, así que buscamos una pizzería que nos pillara bien de camino entre la zona comercial y nuestra siguiente parada: el famoso barrio Hundertwasserhaus.

Comida en Pizzería recomendada: Vapiano Wien Mitte
Está justo al lado de la estación Wien Mitte, que nos venía perfecta para el cambio de zona. Vapiano es una cadena que ya conocíamos, con un ambiente moderno, comida italiana hecha al momento y muchas opciones que gustan a adolescentes: pizzas personalizadas, pastas, ensaladas y postres. Todo con una decoración bonita y mesas largas compartidas que le dan un toque informal. Además, está bien conectada para continuar la ruta.
Con el estómago contento, seguimos hacia nuestro plan de la tarde: explorar el barrio de Hundertwasserhaus. Desde Wien Mitte es un paseo de unos 10 minutos andando, y ya desde lejos se empiezan a ver las formas locas y los colores vibrantes de las fachadas.
Tarde en barrio singular
El edificio principal, la Hundertwasserhaus, no se puede visitar por dentro porque son viviendas privadas, pero el exterior ya es un espectáculo: no hay ni una línea recta, hay árboles que crecen desde las ventanas, y cada rincón parece diseñado para sorprender. Las chicas no paraban de sacar fotos. Es uno de esos sitios que parecen pensados para Instagram, pero al mismo tiempo tiene una historia artística y ecológica muy interesante detrás.
Justo al lado está la KunstHausWien, un museo también diseñado por Hundertwasser, donde sí se puede entrar. Tiene exposiciones temporales y una colección permanente del propio artista. Nosotras optamos por no entrar porque preferimos seguir paseando, pero el edificio en sí ya merece mucho la pena.
Además, hay una pequeña zona peatonal con tiendecitas, souvenirs bastante originales y algún que otro café curioso donde puedes sentarte un rato. El ambiente es mucho más tranquilo que en el centro, y tiene ese aire de lugar escondido y especial que hace que el paseo se alargue más de lo previsto.

La cena: el broche de oro del viaje
Para cerrar el día con broche de oro, fuimos a cenar a un lugar que ya tenía fichado desde antes del viaje: Motto am Fluss. Está literalmente sobre el canal del Danubio, junto a Schwedenplatz, y al llegar de noche, con todas las luces reflejadas en el agua, parecía una postal.
El restaurante tiene un ambiente elegante pero sin ser excesivamente formal, con mucho cristal, madera blanca, velas en las mesas y ese murmullo suave que te hace sentir a gusto. Las vistas desde dentro son preciosas, y el hecho de estar literalmente «flotando» sobre el canal lo hace aún más especial. Fue una de esas cenas tranquilas en las que acabas el día relajado, compartiendo todo lo vivido con calma.
Pedimos platos variados —la carta tiene opciones modernas y creativas, perfectas para todos los gustos— y cerramos con un postre que aún recordamos. Las chicas salieron encantadas, y nosotros también. Sin duda, uno de los sitios que recomendaría para una noche especial en Viena.
Día 4: Despedida dulce de Viena
El último día en Viena amanecimos con esa mezcla de nostalgia y satisfacción que te deja un viaje bonito. Nuestro vuelo salía pronto, así que no había tiempo para grandes planes, pero sí para saborear los últimos instantes con calma.
Desayunamos tranquilos en el hotel, terminamos de hacer las maletas (¡siempre hay algo que no entra como al venir!) y nos preparamos para dejar la ciudad. Antes de salir hacia el aeropuerto, hicimos una parada obligatoria: comprar una tarta Sacher auténtica para llevar a casa.
Porque claro, no puedes irte de Viena sin una Sacher para las abuelas. Es como traerles un pedacito del viaje, algo más que fotos. Nos hizo ilusión entrar en la pastelería, elegir la caja bonita, y pensar en sus caras al recibirla. Son esos detalles los que hacen que el viaje continúe un poco más, incluso cuando ya estás de vuelta.
Viena nos ha encantado. Es una ciudad elegante, pero también cercana. Llena de historia, de arte, de rincones curiosos y de momentos que conectan generaciones. Y lo mejor es que hemos disfrutado juntos: adolescentes incluidos.
Volvimos con la maleta llena de recuerdos… y sí, también con una caja de tarta envuelta con cariño.
¡Espero que esta propuesta os sirva de guía para vuestra aventura vienesa! Viena es una ciudad increíble que seguro que os enamora a todos. ¿Qué te parece? ¿Hay algo que te gustaría ajustar o añadir?