Como madre busco experiencias que podamos disfrutar todos juntos como familia. Nuestro viaje reciente a Estambul fue una aventura llena de historia, sabores y momentos inolvidables. Si estás planeando una escapada de 3 días en esta vibrante ciudad con tus hijos, aquí te cuento cómo lo organizamos nosotros para aprovechar al máximo.
Día 1: Primer contacto con Estambul
Llegamos a Estambul por la noche muy tarde, y tras descansar esa noche agotados, dejar salimos directos a explorar Sultanahmet, el corazón histórico de la ciudad. Empezamos, sin madrugar, visitando a la Cisterna de Basílica, que esta al lado de las mezquita Azul y Santa Sofia y de la cual tenia entradas online sin esperas. La visita es corta, bajar, pasear entre las columnas y subir, pero el impacto es brutal: nada mas entrar el frescor y el la calma del agua es majestuosa. Las columnas que forman ese tremendo deposito también, y la experiencia es como entrar en un templo subterráneo
La reserva para la Cisterna de Basílica la realice con Booking. Son e-tickets válidos para un día (cualquier hora) y se detallan como «Entradas sin colas». Efectivamente se accede por una cola al lado de la venta normal, mucho más corta y rápida. Nos costaron 33 euros persona.

Tras esa visita, paseamos entre la mezquita de Santa Sofía y la mezquita Azul, sacando mil y un fotos y contemplando la actividad. Es una zona bulliciosa, llena de puestos, venta de pretzels y otros atractivos. Teníamos reservado la comida en el Seven Hills, que dispone de una terraza y unas vistas magnificas a las dos mezquitas..
Nuestra experiencia en Seven Hills fue algo decepcionante. En Instagram se presenta como un lugar con mucho encanto, y es cierto que las vistas desde la cima merecen la subida… pero poco más. Una parte de la terraza está destinada al restaurante, mientras que otra es de acceso libre, donde muchos visitantes se dedican a alimentar a las gaviotas. Lo hacen pinchando sobras de comida o trozos de pescado en un tenedor y levantando los brazos para atraerlas. El espectáculo resulta un tanto desagradable: las gaviotas se acercan volando, comen… pero también dejan sus “regalitos” por todos lados.
El ambiente estaba abarrotado, con mucho bullicio y aves revoloteando por todas partes. No nos pareció un sitio agradable para comer, pero como ya teníamos la reserva, decidimos quedarnos. La comida no justificó el precio: pedimos tres platos y tres refrescos, y la cuenta superó los 100 euros. Sinceramente, no lo vale.
Como teniamos el hotel muy cerca, decidimos descasar un poquito tras la comida, y unirnos al Free Tour de las 17.00 en español con Viator.
Durante el free tour recorrimos el histórico Hipódromo de Constantinopla, aprendimos más sobre la fascinante historia de la ciudad y visitamos uno de los lugares que más nos impresionó: la famosa Mezquita Azul. Sus cúpulas majestuosas y mosaicos nos dejaron completamente fascinados. Justo enfrente se encuentra la imponente Santa Sofía, una visita imprescindible para comprender la mezcla de culturas que define a Estambul. Nosotros decidimos explorarla por nuestra cuenta el tercer día.

Aprovechamos la ocasión para preguntarle a nuestro guía, Kahan, por algún lugar para cenar que no estuviera tan frecuentado por turistas. Nos recomendó una taberna que ni siquiera aparece en Google Maps, escondida en una callejuela justo enfrente de la tienda de alfombras Magic Carpet. Es un local familiar, atendido por un señor mayor y sus hijos, todos increíblemente amables. Allí probamos la mejor comida turca del viaje, casera y deliciosa, y a un precio realmente imbatible.
Nuestra elección para alojarnos en Estambul fue el Hotel Nena, ubicado en una callecita tranquila justo al lado de Sultanahmet. La ubicación no podía ser mejor: a pasos de los principales monumentos y con la parada del tranvía literalmente al lado, lo que facilita muchísimo los desplazamientos por la ciudad.
El hotel nos sorprendió gratamente: renovado, acogedor y con un ambiente muy agradable. Pero sin duda lo mejor fue el trato del personal, siempre atentos y dispuestos a ayudar. Queremos destacar especialmente a Aziz, quien nos dio recomendaciones súper interesantes que marcaron la diferencia en nuestra experiencia por Estambul.
Día 2: Explorando Estambul: Gálata , Taksim y Bazar de las Especias
Uno de los días más completos del viaje comenzó en Sultanahmet, desde donde empezamos a caminar rumbo al Puente de Gálata. Antes de cruzarlo, hicimos una parada en el animado Bazar Egipcio, un lugar repleto de aromas, colores y puestos llenos de especias y delicias turcas. Al llegar al puente, nos detuvimos a observar a los pescadores alineados a lo largo de la barandilla, lanzando sus cañas sobre las aguas del Bósforo, una estampa muy típica de Estambul.

Seguimos paseando junto al mar, a los pies del estrecho, hasta llegar al majestuoso Palacio de Dolmabahçe. Este recorrido a pie nos llevó un par de horas, contando las paradas para sacar fotos, disfrutar del ambiente y curiosear por el camino. Fue una ruta que tanto el guía del free tour como el recepcionista del hotel nos recomendaron, y sin duda fue un gran acierto.
Si se prefiere hacer el trayecto de forma más rápida, también se puede tomar directamente el tranvía de la línea T1 desde Sultanahmet hasta la última parada. Es sencillo y la panorámica igual de interesante.
Desde Dolmabahçe, tomamos el tranvía hacia Plaza Taksim —el conserje del hotel nos había dejado una tarjeta de transporte, todo un detalle—. Después de explorar la plaza, bajamos por la animada calle İstiklal, llena de tiendas, cafeterías y ese aire vibrante tan característico, siguiendo el recorrido del pintoresco tranvía rojo hasta llegar a otro de los iconos de la ciudad: la Torre de Gálata.

Después de visitar la Torre de Gálata, teníamos reservada mesa en Galata Kitchen, un restaurante que habíamos encontrado online y que nos encantó. La comida fue deliciosa, con opciones caseras y un ambiente muy acogedor. Tras almorzar, seguimos paseando tranquilamente entre las tiendas y callejuelas del barrio de Gálata, que tiene un encanto especial con sus tiendas de diseño, librerías y cafeterías con aire bohemio.
Cuando comenzó a caer la tarde, cruzamos nuevamente el Puente de Gálata, disfrutando de las vistas del Bósforo, y nos adentramos en las calles aledañas al Bazar Egipcio. Desde allí, seguimos caminando hasta acercarnos al Gran Bazar, que nos quedaba de camino al hotel. Fue una forma perfecta de cerrar el día, dejándonos envolver por el bullicio, los colores y la energía inagotable de Estambul.
Aunque quizá deberíamos guardarlo como un secreto… la cena de ese día fue algo poco glamorosa: una cena ligera en Burger King. Después de tantas horas caminando, explorando y con el cuerpo pidiendo descanso, nos pareció la opción más fácil y rápida. A veces también está bien permitirse esos pequeños descansos de la gastronomía local, ¿no?
Día 3: Palacios, compras y vistas inolvidables
El tercer día comenzó con la visita al imponente Palacio de Topkapi, uno de los lugares más emblemáticos de Estambul. Teníamos entradas compradas con antelación bajo la modalidad “sin colas” para las 10:30. Lo cierto es que esta opción incluye el acceso en grupo con un guía que acompaña durante el recorrido inicial. Aunque en teoría debería agilizar la entrada, al ser un grupo numeroso, también nos hizo perder algo de tiempo.

Aun así, el guía fue muy útil: nos explicó los puntos más importantes del palacio y nos dio consejos para continuar la visita por nuestra cuenta. Pudimos recorrer con calma espacios como el harén, las cocinas imperiales, los patios y salas llenas de historia y tesoros otomanos. Todo nos pareció realmente impresionante.
Al salir, tomamos un refresco en una terraza cercana para descansar un poco y, justo después, compramos las entradas para visitar Santa Sofía. Por suerte, apenas había cola y pudimos entrar casi enseguida. Actualmente, como ha vuelto a ser mezquita en uso, no se permite el acceso a la planta baja para los visitantes no musulmanes, así que el recorrido se hace desde el balcón del segundo piso que rodea el interior del templo.
Desde ahí, la vista de las cúpulas, los mosaicos bizantinos y la inmensidad del espacio es sencillamente fascinante. Consejo práctico: no olvides llevar siempre un pañuelo para cubrirte el cabello, ya que es obligatorio para las mujeres en los lugares de culto.

Después de salir de Santa Sofía, el hambre ya apretaba, así que optamos por algo sencillo y auténtico: unos bocadillos en un puesto callejero. Nada como comer al aire libre, viendo pasar la vida estambulita mientras recargas energías. Con el calor y las horas de caminata encima, decidimos volver al hotel para descansar un rato antes de continuar.
Por la tarde teníamos planes de entrar por fin al Gran Bazar y perdernos por las calles de alrededor, llenas de tiendas, puestos y rincones con mucho encanto. Pero sabíamos que para disfrutarlo de verdad, íbamos a necesitar un poco más de energía.
Tras descansar un poco en el hotel, salimos con energías renovadas rumbo al tan esperado Gran Bazar, uno de los mercados cubiertos más grandes y antiguos del mundo. Pasear por sus pasillos es una experiencia única: una mezcla vibrante de colores, luces, aromas y regateos constantes. Es fácil dejarse llevar por el ambiente.
Nos llamó la atención la gran cantidad de productos de imitación de marcas, especialmente en piel: chaquetas, bolsos, zapatos… aunque, la verdad, nos parecieron bastante caros. Eso sí, los tenderos fueron muy amables en todo momento, sin insistencias molestas ni situaciones incómodas.
Al final, nos gustó mucho más la zona exterior del Gran Bazar, especialmente las calles que bajan en dirección al Bazar Egipcio. Ahí encontramos tiendas más pequeñas y con precios mucho más razonables. Aprovechamos para hacer algunas compras: zapatillas Adidas, cinturones y bolsos a precios más ajustados y con buena calidad. Fue una tarde de compras muy entretenida, perfecta para cerrar el día con esa mezcla única de tradición y vida urbana que tiene Estambul.
Si estás interesada en comprar productos de imitación, te recomendamos salir del Gran Bazar y explorar bien los puestos de las calles cercanas. Aunque a primera vista parezca que todos ofrecen lo mismo, hay diferencias notables en la calidad de las imitaciones, así que vale la pena comparar y mirar con calma antes de decidir.
Para terminar el día por todo lo alto, teníamos reservada la cena en el Panoramic Restaurant, en la azotea del Hotel Adamar. Y no pudo haber sido una mejor elección. Fue, literalmente, el broche de oro de la jornada: unas vistas impresionantes de Estambul iluminado, con Santa Sofía y la Mezquita Azul al alcance de la mirada.
La comida estuvo deliciosa, el ambiente era tranquilo y muy agradable, y los camareros fueron súper atentos y simpáticos, lo que hizo que la experiencia fuera aún más especial. Sin duda, un lugar que recomendamos para despedir un día lleno de historia, paseos y descubrimientos con una cena memorable.

Estambul en 3 días da para mucho, y aunque nos quedaron cosas por ver, fue un viaje enriquecedor que nos conectó como familia. Si estás dudando en si llevar a tus hijos adolescentes a Turquía, mi respuesta es sí rotundo. ¡Volvimos encantadas!
¿has estado en Estambul ? ¿que te ha parecido ? ¿que es lo que mas te ha gustado ? cuentanoslo!! Nos quedaron ganas de ver más…